viernes, 21 de noviembre de 2014

JUANITO: UNA HISTORIA DE INFANCIA
Hoy soy una de las personas más queridas de la clase. Con mi delantal viejo pero limpio, mis zapatos viejos pero lustrosos y mis útiles conseguidos en el basural, tuve la capacidad de demostrarles a mis compañeros que,  aunque a veces las cosas resultan más difíciles para unos que para otros, la determinación de ser mejor puede ser un buen comienzo para cambiar la realidad. Así, comprendí  que cada agresión  pudo ser una oportunidad de mostrarles a mis compañeros cuánto se equivocaban conmigo…
Hoy soy feliz porque pude mostrarles mi mundo  y esto fue el comienzo de una nueva amistad.
   ***
  Esto no fue así desde un principio: agresiones, cargadas, humillaciones por parte de mis compañeros y de mis profesores, formaban parte de mis clases. Los recreos eran un infierno, pero yo estaba preparado para esto. Mis padres me habían hecho creer en mí mismo y eso constituía una de mis herramientas para ser quien soy en la actualidad. El haber crecido sin resentimientos a todas esas agresiones me han llevado a  ser una buena persona.
     Ese día me desperté muy feliz porque era mi primer día de clases. Al fin iba a ser   un chico normal como los demás. Un chico que va a la escuela y que tiene amigos y tarea.
  Me vestí y me encaminé al colegio. Cuando finalmente llegué, tocó el timbre. Formamos y conocí a los que iban a ser mis compañeros. No eran como yo pensé que iban a ser conmigo. Ni los profesores.
  Entré en el aula junto a mis  compañeros que me miraban y murmuraban cosas: “Que vuelva al basurero de donde vino”, fue uno de los murmullos que escuché de parte de mis compañeros. Ellos siguieron diciendo cosas de mí aunque no me importaba mucho... Y creo que a ellos tampoco les importaba mucho yo.
Los días pasaron y los insultos cada vez pesaban más, además eran todos contra mí. ¿De qué serviría tratar de convencerlos? Sólo se reirían y me insultarían más y más. Todo esto siguió y siguió por un par de semanas hasta que no pude más. Me paré, fui con la profesora y les grité a todos que eran  muy malos compañeros y que ellos no sabían lo que era la verdadera felicidad y todos se me quedaron mirando. Entonces, empezaron  a darse cuenta de los daños que hacían con sus comentarios fríos y malvados.
Corrí hasta el basurero para reflexionar y pensé: “La felicidad no es sólo para los que tienen dinero, pero a veces pienso que sí..., aunque nadie puede ser feliz con la infelicidad del de al lado”.
Reflexioné toda la noche y me decidí a seguir yendo al colegio. Me dijeron un par de cosas más, pero los ignoré como si no estuvieran allí. Al principio les dio igual, pero luego se sintieron con una leve pena. Al final del día fui al frente y les pregunté qué se sentía. Un silencio inconmensurable invadió la sala. Les expliqué que yo me sentía así todos los días de mi vida, se fueron sin hablar. Se dieron cuenta de que no todas las personas tienen una vida normal, que algunos niños tienen que salir a trabajar porque sus padres no tienen el dinero necesario para mantenerlos, también que las personas no se califican por lo que se ve por afuera sino por lo que tienen adentro.
La lección fue dura, pero fue el punto de partida, de cambio para que yo les empezara a mostrar mi mundo. Un mundo de aventuras, de creatividad, de ingenio, en el que con una chapita de gaseosa podía organizar un campeonato de fútbol; con una gomera, una cacería en África; con unas figuritas, un torneo lleno de estrategias. Y ellos también me mostraron un mundo de delicias: chocolates que no conocía, jardines llenos de flores y árboles hermosos. Una madre que nos servía la leche a las cinco en punto, perros sin pulgas y juguetes que todavía no había conocido en el basurero.

Así fue como nuestro mundo se fue relacionando y encontramos todos que en la diversidad en las formas de vivir, en las formas de pensar, vamos encontrando todos poco a poco la alegría de vivir, que no es sino un crecimiento continuo a partir del encuentro con el otro.

1 comentario:

  1. Muy lindo el cuento! (aunque no se ven las letras) Pero falta lo más importante: ¡tu reflexión! Dale, tenés tiempo hasta el lunes 1°!

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